Debate General del 79° Período de Sesiones de la Asamblea General de las Naciones Unidas Excelentísimo Señor Santiago Peña Palacios
Vivimos en un mundo convulsionado, volátil, que está pasando como nunca antes días sumamente difíciles, de tremendos desafíos. Conflictos armados; tensiones en cada rincón de nuestro globo; crisis de las instituciones multilaterales y del sistema internacional; el asedio a los valores de la democracia por las amenazas gemelas del populismo y el autoritarismo; los riesgos de la ciberguerra y la aplicación inadecuada de la inteligencia artificial; la brutal inequidad en la distribución de la riqueza; el cambio climático que pone en peligro nuestra existencia misma: estos son apenas algunos de los inmensos problemas que enfrentamos.
Me temo por ello que no vendré hoy a hacer un discurso que genere simpatía, sino la incomodidad y preocupación que deberíamos sentir ante lo que está pasando. Creo que debemos ser sinceros y admitir que estamos fallando –todos— en la construcción de un mundo mejor.
Pues bien: si existe un lugar y un momento oportuno para debatir y proponer las decisiones cruciales que cambiarán el rumbo de nuestra humanidad, es en la Asamblea General de las Naciones Unidas. Y por la coyuntura delicada que vivimos estamos obligados a hacerlo. La buena noticia es que no todo está perdido; pues como dijo un gran héroe militar, primero, y estadista, luego, de mi país, Bernardino Caballero: “el porvenir es el hijo del presente”. Esto quiere decir que podemos tener un mejor destino si actuamos hoy y aquí.
Así, aun con los “desalientos” que pueden “postrar a muchos espíritus”, podremos “contemplar los luminosos horizontes del porvenir” -- pero siempre y cuando, como agregaba crucialmente Caballero, podamos hacernos “acreedores al respeto y estimación de las generaciones venideras”. Esto es: solo seremos dignos de ocupar los altos cargos que hoy ocupamos si, en lugar de esconder los problemas bajo la alfombra, los atacamos con claridad, con firmeza, y con valor.
A pesar de la ardua realidad que vivimos, sigo siendo optimista. No temo al futuro, porque confío en la capacidad del ser humano de superar los desafíos. Pero es imperativo —diría que incluso obligatorio— que redefinamos el funcionamiento de las instituciones del multilateralismo e impulsemos cambios como la eliminación del Veto en el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas.
Necesitamos construir marcos que promuevan un desarrollo equitativo y sostenible, en los que todos los países, sin importar su tamaño o poder, puedan beneficiarse por igual de los avances globales. Solo así podremos cumplir con las promesas que este foro representa y hacernos “acreedores al respeto y estimación de las generaciones venideras”.
Señoras y Señores, el mantenimiento de la paz debería ser el pilar fundamental del multilateralismo. Sin embargo, la realidad de hoy nos muestra un panorama triste: alrededor de 20 conflictos armados internacionales y más de 110 conflictos internos activos en todo el mundo nos demuestran que las instituciones creadas para preservar la paz no han podido cumplir con su misión.
La guerra sigue siendo una plaga que se esparce sobre la humanidad. Este flagelo desgarra el tejido social, aniquilando comunidades y dejando un legado de sufrimiento incalculable. Cada vida perdida es un testimonio de nuestro fracaso colectivo para cumplir con la más básica de nuestras responsabilidades: preservar la paz y proteger la dignidad humana.
La historia de mi nación es un testimonio vivo de la crueldad y el inmenso sufrimiento que las guerras acarrean. Con la Guerra de la Triple Alianza el Paraguay vivió una guerra de exterminio que adelantó tristemente a los genocidios del siglo veinte. Como dijo otro gran paraguayo, Manuel Gondra, el Paraguay es un “país pequeño pero altivo” y solo por eso sobrevivió a la cruenta guerra.
Sin embargo, sabe que el precio a pagar por un conflicto bélico es muy grande. Por esta razón, el Paraguay conoce mejor que nadie no solo la calamidad de la guerra, sino lo que implica para un país pequeño ser invadido o agredido por potencias más poderosas.
Es por ello que expresamos nuestra más sincera solidaridad con todas las víctimas de los conflictos armados, sean de índole interno o internacional. Reafirmamos nuestro compromiso firme y decidido con la resolución pacífica de las controversias, y abogamos, sin excepción, por el no uso de la fuerza como vía para solucionar los desacuerdos entre naciones o pueblos.
En este contexto, reiteramos nuestro firme apoyo a Ucrania, respaldando su soberanía e integridad territorial. Subrayamos la urgencia de encontrar soluciones diplomáticas que conduzcan a una paz justa, integral y duradera, con el objetivo de poner fin a este conflicto y asegurar la estabilidad en la región
Al igual que en el caso de Ucrania, creemos que los conflictos deben resolverse a través del diálogo y la diplomacia, siempre buscando soluciones que respeten los derechos fundamentales de todas las partes involucradas. Esta convicción también guía nuestra postura frente a la creciente crisis en el Medio Oriente.
Nuestra relación con el Estado de Israel se fundamenta en pilares sólidos como la fe y la esperanza. Esta es la razón por la cual el Paraguay ha sido uno de los países que ha estado más firme al lado de Israel luego de los grotescamente pérfidos ataques de Hamas, del terrorismo intolerante, el 7 de octubre de 2023.
Paraguay reafirma hoy su reconocimiento del derecho legítimo de Israel a defenderse. También rechazamos cualquier intento de equiparar, sesgadamente, la responsabilidad entre las autoridades democráticamente elegidas de Israel y los líderes del grupo terrorista Hamás. Al mismo tiempo, hacemos un llamado urgente para la implementación de una solución que alivie la situación humanitaria, ponga fin a la violencia y garantice la liberación inmediata de los rehenes, promoviendo un diálogo constructivo que conduzca a una paz duradera.
No podemos dejar de expresar nuestra profunda preocupación por la situación en África, donde la ACNUR estima que actualmente hay alrededor de 25 conflictos activos, algunos de larga data y otros emergentes, todos con devastadoras consecuencias para la vida y el futuro de los habitantes de ese continente. Aspiramos al retorno de la paz y la estabilidad en esa región del mundo.
Basta de violencia, basta de guerras; pero también, basta de meras palabras. Como actores del escenario internacional, debemos tomar acciones firmes y eficaces.
Hoy quiero hacer asimismo un paréntesis para abordar la durísima situación humanitaria de Haití, un ejemplo claro de las falencias del multilateralismo.
A pesar de los numerosos esfuerzos e intervenciones internacionales, los intentos de cooperación global no han logrado traducirse en la paz, gobernanza y seguridad sostenibles que el pueblo haitiano tanto necesita y merece. Hoy en día, las pandillas controlan gran parte de Puerto Príncipe, sumiendo al país en una espiral de violencia que los mecanismos multilaterales no han podido des escalar de manera efectiva.
A esta situación se suma una catastrófica realidad humanitaria: más de 5 millones de haitianos sufren de inseguridad alimentaria y enfrentan el resurgimiento de enfermedades como el cólera. Aunque se han realizado múltiples promesas de ayuda, la falta de recursos financieros y las dificultades logísticas han impedido que la asistencia humanitaria llegue de manera oportuna y suficiente. Existe una preocupante disonancia entre lo que la comunidad internacional promete y lo que realmente se cumple en el terreno.
Estaremos al lado del pueblo haitiano en cada esfuerzo por ayudar a este país hermano.
Mi país, como muchos otros pueblos aquí presentes, ha tenido su pasado de autoritarismo y de dictaduras. Por eso, hoy los paraguayos valoramos más que nadie los ideales de la democracia y del Estado de derecho.
Los paraguayos podemos hablar con propiedad: nuestro país vivió durante mucho tiempo en la sombra de la dictadura, del destierro y del exilio. Nuestra realidad hoy, sin embargo, es otra, y vibrante: el Paraguay viene reafirmando su vocación democrática a través de elecciones libres y transparentes hace más de tres décadas: nunca antes tuvimos tantos años de democracia, y me animo a decir en contra de los agoreros y pesimistas de siempre que, con sus sombras, han sido los años más felices de mi patria.
Quizá los paraguayos no logremos ponernos de acuerdo en muchas cosas; pero estamos de acuerdo en que no hay otra forma de convivencia que no sea la democracia y el Estado de Derecho.
La democracia es simplemente innegociable. Por eso, debo condenar hoy, alto y fuerte, lo que está sucediendo con nuestros hermanos venezolanos. Vengo a reiterar la postura del Paraguay sobre el desarrollo del proceso electoral en la República Bolivariana de Venezuela, el cual culminó el pasado 28 de julio. Este proceso ignoró la voluntad del pueblo venezolano, y se caracterizó por graves actos del régimen, que resultaron en persecuciones a los principales actores de la oposición y en detenciones arbitrarias.
El deterioro de la democracia en Venezuela es evidente, así como las violaciones sistemáticas de los derechos humanos y las libertades fundamentales. A esto se suman acciones contrarias al derecho internacional, especialmente en lo relativo a las relaciones diplomáticas y el derecho de asilo.
Reiteramos nuestro apoyo a las fuerzas democráticas de Venezuela que luchan contra el autoritarismo por el retorno a un sistema verdaderamente democrático y no de fachada.
Una de las críticas más importantes al multilateralismo global es la idea de la inclusión en pie de igualdad de todas las naciones.
El concepto de “un voto por cada nación” a menudo se convierte en un concepto vacío si las naciones más pequeñas se ven obligadas a transaccionar su autodeterminación a cambio de no quedar fuera de los grandes mercados internacionales.
No obstante, reconocemos que la cooperación regional sigue siendo un camino indispensable hacia la integración física y económica. La lucha contra los desafíos que enfrentamos es imposible sin una convergencia de voluntades de países vecinos. En este sentido, la cooperación regional se erige como la única alternativa viable que nos permite trabajar en conjunto y diseñar políticas nacionales en coordinación con otras naciones.
Es en este espíritu de cooperación y fortalecimiento de las instituciones regionales que Paraguay ha decidido presentar la candidatura de nuestro Canciller, Rubén Ramírez Lezcano, para la Secretaría General de la Organización de los Estados Americanos (OEA).
Estamos convencidos de que su liderazgo contribuirá significativamente a la revitalización de la OEA, promoviendo un multilateralismo más inclusivo y eficiente, que responda a los desafíos del presente y se enfoque en el bienestar de todos los pueblos del hemisferio.
En el marco de nuestro compromiso con un multilateralismo más inclusivo, que no deje a ninguna nación atrás, el Paraguay reitera hoy su apoyo inquebrantable a aquellos países que, pese a su destacada contribución global, aún son excluidos de importantes foros internacionales.
Paraguay no solo reconoce, sino que valora profundamente la cooperación internacional de la República de China – Taiwán, una nación hermana con la que hemos forjado casi 70 años de una sólida y significativa amistad.
Esa amistad se funda en los valores compartidos de democracia, Estado de derecho, y libre comercio. Es una amistad genuina, forjada en la adversidad de ser dos países geográficamente pequeños al lado de grandes potencias. Nuestro espíritu de lucha, sin embargo, dista de ser pequeño.
En esta Asamblea renovamos nuestro firme respaldo para que Taiwán sea parte integral del sistema de las Naciones Unidas. Creemos que su exclusión es una injusticia que no podemos pasar por alto, porque los valores que compartimos y su aporte a la comunidad internacional merecen el mismo reconocimiento que el de cualquier otra nación aquí presente. Si hay un país que debería hoy formar parte del sistema de las Naciones Unidas y aún no lo está haciendo, ese es Taiwán.
Hoy, no solo venimos a reclamar esta injusticia, sino a alzar nuestra voz con firmeza para alertar a la comunidad internacional sobre la amenaza a su integridad y al legítimo derecho de la autodeterminación de los pueblos.
Subrayo la importancia de la paz y la estabilidad en el estrecho de Taiwán. En un mundo lleno de tensiones, donde los conflictos amenazan constantemente con desbordarse, una interacción positiva y pacífica en esta región no solo es vital para la seguridad de Asia, sino para la estabilidad global.
Así como defendemos los principios de paz, justicia y cooperación internacional en todos los rincones del mundo, es igualmente importante reafirmar nuestro compromiso con estos valores dentro de nuestras fronteras.
En mi país, decía antes, vivimos en una vibrante y plena democracia. Con un sistema republicano de equilibrio de poderes, y si bien nuestro signo político tiene mayoría en el Congreso, mantenemos el diálogo con la oposición para llevar adelante las grandes reformas que el país necesita.
Estamos convencidos de que la democracia no puede ser vacía: debe ser una democracia con contenido y, sobre todo, con resultados.
Aquí, el desarrollo económico es crucial para asegurar la fortaleza futura de la democracia. La prosperidad es el mayor enemigo del crimen, de la división, de la desesperanza. La política social más efectiva, siempre digo, es la prosperidad económica. Pero para que esa prosperidad llegue a todos es necesario invertir en nuestro capital humano y generar las condiciones para que las familias salgan adelante a partir de su trabajo.
Y aquí quiero citar dos de los programas que llevamos adelante desde mi gobierno. El primero: “Hambre Cero en las Escuelas”, una apuesta a erradicar en un 100% el hambre en niños en edad escolar en el convencimiento de que con hambre no se puede aprender, y, el Programa “Che Roga Pora”, que es la primera política de acceso a la vivienda del Paraguay enfocada en la clase trabajadora, con cuotas de acceso a la misma a precio de alquiler, lo que permitirá a miles de familias paraguayas transformar un gasto mensual en un activo familiar.
Ahora bien: no existe desarrollo sin seguridad.
Ante esto, tanto a nivel nacional como internacional, es lógico adoptar una visión integral de la seguridad, con un sentido de cooperación entre las diferentes agencias nacionales e internacionales. Esta es mi visión como presidente de la República. Por último, seguiremos apostando a la institucionalidad y la transparencia como condiciones fundamentales para el desarrollo.
La reciente obtención del grado de inversión por parte de Paraguay es un claro reflejo de un esfuerzo constante por fortalecer nuestras instituciones, sumado a una tradición de estabilidad económica que se ha consolidado a lo largo de los años. Queridos amigos: El Paraguay quiere, puede y será un verdadero protagonista del escenario global. Estamos determinados a ocupar nuestro sitial.
Paraguay es un país que cuenta con abundantes recursos naturales, un valioso capital humano y un enfoque decidido en la creación de cadenas de valor que promuevan una economía verde, basada en el desarrollo de tecnologías sostenibles.
Nuestro país es un referente en la producción de energía limpia y renovable. La generación de energía hidroeléctrica no es solo un proyecto nacional, sino una iniciativa conjunta con nuestros vecinos, que busca ser clave en la consecución de un mundo más desarrollado, sostenible y libre de emisiones.
Creo firmemente que Paraguay es un ejemplo de que el desarrollo económico es enteramente compatible con la sostenibilidad ambiental.
Paraguay comparte desafíos comunes con otros países en desarrollo sin litoral, los cuales serán abordados en el nuevo Programa de Acción en favor de los Países en Desarrollo Sin Litoral, que se aprobará en Botsuana este diciembre.
Lejos de desalentarnos, vemos en estos desafíos una oportunidad. Estamos transformando nuestras dificultades en fortalezas, aprovechando nuestra ubicación geográfica como un punto estratégico. Nuestra posición en el corazón de América del Sur nos impulsa a ser el motor de la integración sudamericana.
Con una visión clara, apostamos a convertirnos en el centro logístico de la región a través de la Hidrovía ParaguayParaná y el Corredor Vial Bioceánico Sudamericano, que se perfilan como ejes claves para revitalizar y potenciar los bloques del Mercosur y la Alianza del Pacífico. A medida que consolidamos nuestra posición geográfica como un eje de integración regional y desarrollo logístico, es crucial que esta visión de crecimiento esté respaldada por una fuerte inversión en educación.
El éxito de Paraguay dependerá de nuestra capacidad para preparar a las futuras generaciones para el mundo globalizado y competitivo. Junto con la educación, la tecnología es una herramienta clave para el desarrollo y la inclusión social.
Son muchos los desafíos que enfrentan nuestras naciones. Pero, sin dudas, sobresale aquí la cuestión de la aplicación ética de la inteligencia artificial y de los avances de la tecnología en general. La Ley de Moore postula un crecimiento exponencial en el desarrollo de nuevas tecnologías que exigen de nosotros la creación de nuevos esquemas regulatorios que protejan a las personas, aptos para enfrentar un desafío que se aproxima con una velocidad difícil de asimilar
Estas nuevas técnicas, como los sandboxes y la co-regulación, deben tener como fin último el uso responsable de las tecnologías emergentes y la equidad en su aplicación.
En Paraguay, estamos profundamente comprometidos con la preservación de nuestro patrimonio cultural. Al fin de este año seremos anfitriones de la decimonovena sesión del Comité Intergubernamental para la Salvaguardia del Patrimonio Cultural Inmaterial de la UNESCO, donde esperamos que la “Guarania”, sea reconocida como Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad.
Además, reafirmamos nuestro compromiso con la protección de los derechos fundamentales de todos sus ciudadanos, la familia, y la vida humana desde la concepción, defendiendo los valores tradicionales que han hecho grande a nuestra nación.
A pesar de haber sostenido una mirada crítica, debo confesar que soy un optimista incurable: creo firmemente que nuestro futuro es brillante y está lleno de oportunidades. Creo por tanto en esos “luminosos horizontes del porvenir” de los que hablaba antes: si luchamos por un presente mejor, tendremos días futuros llenos de luz y posibilidades.
La defensa de los valores democráticos y el respeto por los derechos humanos deben continuar siendo nuestra guía. Es natural que tengamos diferencias políticas legítimas, pero hay principios que no pueden ser negociados: la democracia, el Estado de derecho y el respeto irrestricto a los derechos humanos son pilares fundamentales.
Aunque nuestras visiones políticas o ideológicas puedan ser distintas, esto no debe dividirnos ni impedirnos avanzar en la construcción de una cooperación basada en cimientos sólidos. Si mantenemos como norte innegociable los ideales de cooperación, respeto mutuo, integración y fraternidad entre nuestros pueblos, estoy convencido de que tendremos días mejores.
En suma, y a pesar de los tremendos desafíos que estamos enfrentando, estoy convencido de que, como dijo alguna vez William Faulkner: “humanity will not simply endure: it will prevail” , “la humanidad no simplemente perdurará, sino que prevalecerá”. Muchas gracias.